top of page

Lo fácil es juzgar


Lo fácil es juzgar, de eso estoy segura.

Lo fácil no es lo correcto; pero lo fácil es juzgar.

Nadie habla de lo correcto porque lo correcto se desconoce.

Es un mundo imposible; un misterio.

Puede que lo correcto sean los padres.

Lo cierto es que lo fácil es juzgar, por si aún no lo he dicho.

Puede que nadie sepa de dónde viene(n) ni adónde va(n), pero lo fácil es... ¿juzgar?

Nadie sabe su historia, su querer y su sentir, pero se le(s) juzga hasta en futurible: "como no cambie(n), acabará(n) blablablá".

Uno tiene la suerte o la des-suerte de tener que vivir lo que tiene que vivir.

Bendito sea el respirar y bendito sea el poder contarlo.

A veces no valoramos ni dichas ni desdichas; a veces nos refugiamos en las de los demás para no tener que afrontar las propias. A veces somos tan desgraciados, tan jodidamente fracasados, que no podemos más que tapar los errores propios con los de los demás.

Lo fácil es juzgar; criticar; reprochar.

Lo difícil es lo correcto.

Lo difícil es tender una mano cuando alguien la necesita para dejar de equivocarse.

Personas como él, como ellos, me enseñan día a día a valorar mi suerte. Valoro la buena y la mala, porque sólo de la mala se aprende. La buena puede llegar a ser contraproducente, incluso. Puede avivar la avaricia, la codicia, el egoísmo; cosas de las que él carece, por suerte o por des-suerte. Personas como él, como ellos, que incluso antes de alcanzar la mayoría de edad llevan ya vivido más de lo que yo jamás podré aprender, son la razón de mi día a día en prisión.

Lo fácil es juzgar(les); pero yo no quiero ir a lo fácil. Yo busco lo correcto, lo difícil, lo imposible. Yo lo busco a él, a ellos, sin ser capaz de encontrar sus errores del futuro. Pobre del que crea que la conciencia humana no es capaz de reparar en los errores del pasado: hasta el ser más malvado del planeta es capaz de sentir remordimientos. ¿De qué sirve alimentarlos?

Lo fácil es juzgar.

Juzgar es lo fácil y a la vez lo inútil.

No sirve para nada.

Lo fácil es juzgar; contar las oportunidades que ha(n) perdido, que ha(n) desechado, que ha(n) despreciado. Lo difícil es entender que no tenía(n) motivo para lo contrario. Lo difícil es comprender que no se trata de aprovechar la suerte, sino de tener algo por lo que querer aprovecharla. Al que no sabe si quiere vivir o morir, ¿qué más le da? A quien vive sin porqués ni para qués, ¿qué cojones le va a importar esa "última oportunidad"? No se trata de reprochar o recriminar; no se trata de dar ultimátums o de recuperarle(s) la conciencia que tanto le(s) habrá estado carcomiendo por dentro.

Se trata de construir los motivos por los que pueda valer la pena.

Se trata de apoyarle(s), de quererle(s), de respetarle(s).

Supongo que en definitiva no se trata más que de no juzgarle(s).

Al fin y al cabo, nadie se ha puesto su piel para saber

qué habría hecho en su lugar.

No es un niño descarriado y no es un chaval echado a perder.

Es él, son ellos. Los nadie.

Es él y cuenta con el amor más puro e incondicional que yo le pueda profesar porque, hasta las últimas, una y otra vez, estaré de su lado; buscando los motivos por los que hacer que valga la pena.

No importa cuántos errores pueda(n) cometer;

yo siempre le(s) llevaré la delantera. Si él, ellos, cae(n) dos veces, yo caeré tres.

Si se equivoca(n) cuarenta veces, yo lo haré cuarenta y una.

Si llora(n) por dentro, yo lo haré por fuera.

Y así hasta que vea(n) que no está(n) solo(s); que puede(n) contar conmigo;

que puede(n) con todo lo que le(s) venga.

Que siempre tendré un abrazo para él, para ellos.

Un abrazo, un beso, un te-quiero, o lo que pueda(n) necesitar.

Por hacer que valga la pena, aborreceré lo fácil.

Eso es algo que le(s) prometo desde ya.

Últimas entradas
Archivo
bottom of page